martes, 29 de octubre de 2013

El ocaso de la librerias

Con la reciente información del cierre de la librería Lectura, razones que bien expone Walter Rodriguez en su entrevista del dia 14 de los corrientes, en las páginas de Arte y Entretenimiento de El Universal, con el periodista Angel Ricardo Gómez, ; vienen a mi mente viejos recuerdos de las librerías de mi pueblo, Cabimas, que igual destino sufrieron,aunque en descargo de ellas, o de sus dueños, qué se le podía pedir a un pueblo petrolero que solamente estaría a la espera de la apertura de un botiquín? Que interesaría aquel lugar lleno de libros, tal vez ni tantos , pero simbolizaban lo poco de cultura que podía existir y justamente se concentraba en aquellos libros de los que nos valíamos para complementar lo aprendido en clase, o en cualquier caso leer lo que se nos imponía como lectura por aquellos extraordinarios profesores de muestra época. Era el Liceo Hermagóras Chávez.

Veamos, entonces cual fue el destino de aquellos modestos templos del saber, dimanación de sabiduría que emergía de los contenidos de los ejemplares que se encontraban ordenadamente y en silencio en aquellos anaqueles y estantes, aguardando a alguien que de ellos requiriese.


 Una de ellas, la que estaba en la planta baja del edificio Arapé, Librería Miranda recuerdo se llamaba, diagonal a la Comandancia de Policía, pues bien , un buen día la misma cerró sus puertas y para sorpresa de tantos que si apreciábamos aquel esfuerzo de su dueño por acercarnos a nuestras necesidades de jóvenes liceístas ,aquellos anaqueles, y las vitrinas que daban a la calle,ayer llenos de libros, estaban abarrotados de : folletos de quiromancia, barajas, estampitas, oraciones ,inciensos, sahumerios ,ramas para los hierbateros, tua tua; sabila amarrada con una cabuya, hojas y raíces secas,velas,oraciones para espantar el mal de ojo, peonias, velones ,bebedizos,colmillos de animales, botellas de ron con una culebra adentro, remedios mágicomedicinales y cuanto brebaje le sirviera a aquellos que tenían una visión de la vida esencialmente sobrenatural, a su entender, trascendiendo nuestra ideas sobre lo que se nos enseñaba en las aulas. Ese fue el triste final de la librería Miranda.

La otra, y no mas, o por lo menos no las recuerdo, la fundó Aquiles Ferrer Vale, un muy circunspecto señor,periodista de esa pléyade de hombres cultos de la época, con cierta "grasita" en el abdomen, correa en su parte baja como para detener la vertiginosa caída de la ya naciente prominencia,ayudada con sus infaltables tirantes, lentes dejados caer sobre la capellada de la nariz; pero allí operó un fenómeno hasta extraño. 

En ese local, vecino a la Plaza Bolívar, funcionaba un bar llamado “Terraza Zulia “, de muy buenas categoría, próspero, muy próspero, especie de club de los contratistas de las compañías petroleras, lugar predilecto de esa estirpe de duros hombres, de brega, que con el mayor candor despachaban cualquier cantidad de "Caballo Blanco", "Pampero" o "cerveza", en botellones, aquellos que para evitar que se rompiera la botella , de vidrio, las expendían en unos cartuchos de palma de enea y metidos en sacos de fique, reposaban en los entornos de cada mesa, al lado de las mochilas de dinero, recién salidas del Banco de Maracaibo.

 Ese bar desapareció, cosa extraña en mi pueblo de ese entonces, para dar paso a la Librería de don Aquiles, lugar de encuentro, de tertulias de los mejores talentos, políticos, esfuerzo que poco duro y cerraría.

 Desconozco todavía las razones,pero cerró sus puertas y desaparecieron los escasos libros, para no abrirse jamás allí ningún otro negocio, y quedar a merced del abandono y el olvido, el bar, la librería, el local y don Aquiles.
Humberto Silva Cubillán