sábado, 24 de diciembre de 2016

EL TRÁGICO CASO DE UNA NIÑA QUE SOLO QUERÍA DIVERTIRSE.



En los años 50, 60 eran pocos los eventos que proporcionaban sana diversión en Cabimas, era ocasional que apareciera un circo o un parque mecánico con sus caballitos, actos de payasos y animales, era entonces cuando uno podía divertirse a lo grande.

Manejar los carros chocones era una novedad, la silla voladora y las demás distracciones eran eventos que muchos disfrutabamos. Contadas personas tenían en esa época un televisor o un radio conque distraerse y pasar el rato.

 Los niños y jóvenes nos las ingeniábamos para fabricar una patineta con rolinera desechadas de talleres mecánicos, o improvisarse un emboque con con un aislante eléctrico, caminar con zancos y sentirse gigante, jugar trompo, metras y una cantidad de juegos ya desaparecidos. Para cada ocasión nos las ingeniábamos, era así como elaborábamos dispositivos de agua para jugar en carnaval y fabricar nuestro disfraz o hacer detonaciones pirotécnicas en navidad utilizando cabezas de fósforos y una bujía de un carro, o un volatín en temporada de vientos.

Echar mano del ingenio era una constante para procurarse sana diversión. Por esa razón cualquier cosa curiosa que llamara la atención y que aparentemente no revistiera peligro alguno, era buena para entretenerse.

En una oportunidad en que una señora proveniente de un barrio cercano se encontraba visitando a una amiga que vivía por la calle el progreso del casco central de Cabimas se suscitó una lamentable tragedia.

La joven señora se encontraba en compañía de su hija menor conversando del lado afuera de una casa que estaba ubicada frente a un terrenos propiedad de la entonces transnacional petrolera Creole Oíl Company.

Los jóvenes de por allí llamábamos a ese lugar las bases, debido a que allí se encontraban cuatro gigantes bloques de concreto donde en una oportunidad sirvieron de soporte a un taladro petrolero.

En ese lugar se encuentran hoy día dos casas, justo al lado del colegio costa oriental y diagonal al bar el margariteño.

En ese terreno había unas tuberías que tenían que ver con un pozo de gas abandonado con una serie de conexiones que invitaban a cualquier niño curioso a montarse sobre ellas como si fuera un caballito de hierro.

La inocente niña le pidió permiso a su madre para curiosear en el terreno mencionado y la madre que ya estaba a punto de marchase la dejo ir mientras ella se despedía de sus amigas sin sospechar que el destino le tenía preparado algo desagradable.

La niña se divertía montada sobre aquella madeja de hierros, cuando de pronto le llamó la atención un olor muy extraño que emanaba de aquellas tuberías, a las que también llamaban arbolito.

Motivada por la curiosidad comenzó a aspirar aquel letal vapor que en cuestiones de momentos le hizo desplomarse al suelo y perder la vida.

La angustiada señora y sus amigas corrieron para socorrer a la niña, pero fue demasiado tarde, nada pudieron hacer. Aquel desagradable suceso había quedado en el más completo misterio y la desesperada madre no tenía consuelo.

Después supimos que aquel mortífero olor era hidrógeno de sulfato H2S, un peligroso gas tóxico que en altas concentraciones es capaz de acabar con un ejército entero.

Aquello quedó así, sin que se supiera de alguna compensación, o indemnización por parte de la petrolera y mucho menos que se estableciera la responsabilidad por aquel fatal suceso. Era obvio que algunos peligros generados por la industria petrolera de entonces no eran debidamente advertidos como en efecto debió haber sido. Las autoridades de entonces no se pronunciaron al respecto y tampoco fueron capaces de obligar a la empresa responsable para que instalara un aviso que previniera un eventual caso similar o por lo menos haber cercado ese terreno.

Ahora comprendo que los niños que jugábamos en ese terreno estuvimos expuesto a un eminente peligro y que solo Dios sabe cómo pudimos sobrevivir.

MEMORIAS DEL PASADO
Relatos históricos de Cabimas.
Nestor Luis Pérez Borjas