domingo, 11 de diciembre de 2016

MORROCO Y SU LECHE RECIÉN ORDEÑADA



En los años 1950, 1960 y mediados de los 70 hubo una persona a quien cariñosamente llamaban Morroco y que cada mañana se desplazaba en un vehículo marca Jeep el cual en la parte trasera cargaba varias cantaras contentivas de leche fresa producto del primer ordeño de la madrugada.

Morroco contribuyó con la alimentación de Cabimas llevando su vital producto a todos los rincones de la ciudad.

El famoso lechero era esperado con ansias por las amas de casa, quienes con ollas en mano aguardaban a que les vaciaran la cantidad de leche que le solicitaban al ayudante, quien a pesar de ser sordo mudo ya estaba habituado al lenguaje de señas que las mujeres mujeres improvisaban.
Ese señor era tan querido y apreciado que era de las pocas personas con quienes las mujeres se presentaban sin el acostumbrado maquillaje, peinado y ropa elegante, ya que, en esas horas de la mañana, todavía a oscuras ninguna mujer se arreglaba para esperar el lechero. 

Siempre tuve la sospecha de que Morroco era devoto del santo más milagroso y protector que haya habido, porque en los años de mi infancia, jamás supe que ese señor se enfermara y faltara un solo día en la venta de ese vital producto.

El comer sano y sabroso era una costumbre de las personas de entonces. Recuerdo que esa leche la hervían y al enfriarse le quitaban la crema que se cuajaba arriba, con lo cual elaboraban la famosa cuajadita que degustábamos con pan, o con arepa y un buen café con leche para empezar bien el día. 
Por la noche era costumbre tomarse una taza de fororo, o de avena, la cual era elaborada con la famosa leche de Morroco.

MEMORIAS DEL PASADO
Relatos históricos de Cabimas
Nestor Luis Pérez Borjas.