El asunto era que comenzaba a cortarte el pelo, y de repente, se iba para su casa, que quedaba alli mismo.
Y tu te quedabas en la silla de barberia, con la mitad del corte hecho. La gente que ya sabia, esperaban un rato y luego mandaban a alguien a la casa a avisar que habia clientes en la silla. Y se venia el hijo del barbero, un carricito de menos de 10 años, con un bloque, lo colocaba detrás de la silla, se subia y terminaba los cortes de cabello.
Pa' que te cuento....
Rafael Rangel