En todas las viviendas y en algunos centros comerciales (restaurantes, barberías, salón de belleza, etc.) existen herramientas que necesitan estar bien afiladas para que se pueda realizar con ellas una buena labor. Estas son algunas de esas herramientas filosas: cuchillos, machetes, navajas, tijeras, corta cutículas, etc.
En Cabimas por allá por los años 50 aparecieron unos trabajadores informales con sus respectivos equipos que solían hacer ese trabajo a domicilio: afilar o amolar, hacerle de nuevo el filo a los cuchillos, las navajas, las tijeras, etc.
Era una actividad que se realizaba mayormente en la calle, en el frente de una vivienda, debajo de un árbol, etc. y casi siempre en presencia del solicitante y de uno u otro transeúnte que miraban entusiasmados el brotar de las chispas que salían a altas velocidades cuando le enfrentaban la hoja de acero del cuchillo a la piedra del esmeril. La mayoría de los mirones siempre eran jóvenes, niños, adolescentes.
El amolador de cuchillos andaba en una bicicleta, que estaba preparada mecánicamente para que, después de levantar con un aditamento preparado la rueda trasera, esta quedaba libre y la rueda se acoplaba por medio de una cadena al eje que sostenía la rueda de esmeril. Cuando el amolador hacia girar la rueda trasera de la bicicleta le transmitía el giro a la piedra del esmeril. O sea que el amolador pedaleaba su bicicleta pero no iba a ninguna parte.
Había otro tipo de mecanismo para hacer girar la rueda del esmeril que era manual. Se le daban varias vueltas a la manivela del esmeril y luego se soltaba esta y la rueda seguía girando por un buen rato lo que permitía que se le hiciera el nuevo filo al cuchillo. Si bajaba la velocidad de giro enseguida le volvía a dar vueltas a la manivela, y así hasta realizar el filo apropiado al cuchillo.
La bicicleta tenía dos propósitos básicos, transportar el equipo donde estaba la rueda del esmeril y transportar al amolador de cuchillos lo cual le permitía recorrer mayores distancias en un día que andando a pie.
El amolador de cuchillos para avisarle al público en general que había llegado al sector, el barrio o a la calle utilizaba una armónica. No necesitaba gritar su oficio para hacerle saber a los clientes de su presencia. La armónica es una pieza que puede ser de plástico que emite sonidos al soplarla y contiene las siete notas de la escala musical. Soplando y deslizándose la armónica por sus labios emitía su sonido característico ya reconocido por las personas y era común escuchar en las viviendas: ¡Mami, el amolador!. ¡Tráeme el cuchillo que está en la cocina y las tijeras que están en la máquina de coser!
Cargaba el amolador uno o dos cuchillos de su propiedad, ya con buen filo y si llegaba por ejemplo a una venta de comida los cuales no podían dejar de preparar la comida, el gentilmente prestaba su cuchillo mientras le hacia el filo al de la venta de comida.
Esa tonada que el amolador emitía en su armónica te hace trasladar inmediatamente a tu infancia.
Es muy difícil saber cuándo llegaron y quienes fueron los primeros en realizar este tipo de trabajo en Cabimas. No hay registro alguno sobre eso. El registro solo está en la memoria de los cabimenses que lo vimos y pudimos apreciar las chispas que salían de la rueda del esmeril.
Es muy difícil saber cuándo llegaron y quienes fueron los primeros en realizar este tipo de trabajo en Cabimas. No hay registro alguno sobre eso. El registro solo está en la memoria de los cabimenses que lo vimos y pudimos apreciar las chispas que salían de la rueda del esmeril.
Esta parte de la historia, la de amolar cuchillos o tijeras, ha cambiado notablemente. Existen mejores materiales que ya se utilizan en la fabricación de las hojas de los cuchillos, casi no pierden el filo y existen también amoladores portátiles pequeños que puedes guardar en un gabinete de cocina y que sirven para el cuchillo y las tijeras.
Nelson Marcano Urribarri.