miércoles, 26 de mayo de 2010

Del árbol Cabimo proviene la identidad de los cabimenses

¿Sabía usted que el nombre del municipio Cabimas proviene de un árbol de alta propiedad medicinal?

Para los que no conocen la historia de la localidad, fundada hace 252 años y que limita al sur con Santa Rita; al oeste con Falcón, y al norte con Simón Bolívar, la primera edición "Copaiba", órgano informativo del Centro Histórico de Cabimas, reseña que el término Cabimas es una voz indígena de origen caribeño asignado al árbol Cabimo.
De ahí se desprende la identidad de los cabimenses.

Gracias a los aportes medicinales es considerado el árbol municipal, según explicó Luis González, presidente de la Fundación Ambientalista Agua y Vida. “Lo llamamos el árbol de fortaleza, pues es perenne. Su raíz es de tipo pivotante que busca agua y se afianza en la raíz central. Su hoja es lancinada y ovoide. Es un árbol de buena sombra y su tronco puede llegar a medir hasta 80 centímetros de circunferencia”.

El bálsamo, también es conocido como el aceite del árbol Copaiba. Éste sale del tronco cuando de forma ligera lo golpean. Para el siglo XVII lo usaron en América para curar las enfermedades venéreas. Debido a la importancia de la planta, la organización sin fines de lucro, organiza charlas y talleres para informar sobre las raíces de la fundación del municipio, a través de la siembra del árbol en las escuelas, parques y plazas de la ciudad.

Audry Obendiente, también ambientalista, manifestó que las personas también lo usan como efecto diurético, para calmar las diarreas crónicas e incluso para combatir el estreñimiento. Sirve como desintoxicante y desinflamatorio. “Es reconocido como un extraordinario protector del sistema digestivo y es ideal para mantener las articulaciones y vías respiratorias en excelente estado”.

A María Felicita González, de 79 años, le resulta inaceptable no tener una ración del aceite en su casa. Lo llama “el sánalo todo”. Comentó que lo aplicó a sus hijos y ahora a sus nietos. Sus antecesores lo usaron para lubricar las arterias y venas, con el propósito de favorecer la circulación de la sangre. “Cura la soriasis, herpes y hongos”. Hay que preservarlo.

En Cabimas, existen 70 plantaciones de este tipo; 11 de ellos datan de las primeras décadas del siglo pasado y forman parte del patrimonio cultural de la ciudad. Al resto, lo sembraron durante los dos últimos años, gracias a la puesta en marcha del proyecto Sembrando el árbol Cabimo, origen de nuestra identidad, que realiza la fundación que preside Luis González y que tiene por objeto realzar la identidad del cabimense.

El árbol es de lento crecimiento, pues podría tardar hasta 10 años para alcanzar una altura promedio entre 15 a 20 metros. Su semilla es de tipo leguminosa, asemejada a un grano de caraota, que requiere al menos de 20 días para germinar y hasta un año para crecer a un tamaño de 25 centímetros, altura considerada apropiada para su posterior traslado a los sitios abiertos.


Conozca más sobre el Cabimo
El árbol Cabimo, conocido científicamente como copaifera officinalis o copaifera venezuelana representa una fuente de alta propiedad medicinal. Su aceite, llamado el Bálsamo de Copaiba, entre otros nombres, es usado por la industria del barnil, la fotografía, la cosmetología y perfumería en toda Latinoamérica.

También lo conocen como: opaiba, amacey, árbol de aceite, bálsamo de Copaiba, Cabima, Cabimo, Cabimba, Cabimbo, Camíbar, Canime, Copaiba, Copaisa, Copaúba, Copayero, palo de aceite, palo de aceitillo, palo de bálsamo, Currucay, Marano y Tacamaca.

Lo cura todo; hasta el odio
En 1890 apareció una extraña enfermedad que azotó al estado Falcón. Una mancha se convertía en pocas semanas en una llaga que, poco a poco, se extendía por todo el cuerpo de quien la padecía. Los enfermos estaban condenados a morir en menos de dos meses. La patolagía provocó la emigración de cuatro familias. Huyeron en caballos y arrearon su ganado. Llevaron provisiones para un mes de camino, con la esperanza de conseguir un caserío en Zulia, lejos de la infección.
Tras dos semanas de camino, el niño Santiago Morles presentó fiebres. Sus padres agonizaban en la preocupación. Al poco tiempo encontraron un arroyo y se detuvieron a saciar la sed. Fue entonces cuando el indio Ciruma se acercó y les dijo: “Mal de ciudad, hombre de ciudad, mucho odio”.

Con su dialecto cortado les precisó que detrás de los robles había un valle de Cabimo e invitó a los enfermos a untarse el aceite. “Aceite cura odio”. La enfermedad desapareció y en honor al indio llamaron al caserío donde arribaron “Consejo de Ciruma”, lugar que el pasado 6 de octubre de 1979 lo declararon Ciudad Jardín del Zulia, gracias a la arborización aportada por los gigantes verdes, que en muchos casos superan los 300 años de existencia.

Yéssica González - Cabimas - 02/05/2010
Diario La Verdad